diumenge, 20 de maig del 2018

Escapar

Escapar en medio de la noche ahora no parecía tan mala idea. Pero la vocecita que le decía que debía ser sensata seguía ahí taladrándola. ¿Qué había de malo en soñar con vivir una aventura, en tomar riesgo y ver a dónde te lleva?  En el fondo sabía que esa voz tenía razón, y que los mundos ideales que se montaba en su cabeza no eran más que eso, su imaginación idealizadora intentando ir más allá de lo racional.
La lucha era constante. Y de vez en cuando dejaba ganar a alguna idea loca, arriesgando su realidad, poniéndola a prueba para ver hasta donde era capaz de ceder. 
Otras veces simplemente dejaba que el destino jugara sus cartas y decidiera por ella. ¿Qué tren llegaba antes?¿Qué amigas le ofrecían una tapadera para escapar un rato a esa burbuja? Y el destino era sabio, ¿no? Quería creer que sí, para dejar de darle vueltas al y si me hubiera arriesgado que la perseguía durante días después de tomar la decisión (o dejar que el mundo la tomara) racional. 

Pero todo esto no tiene fuerza si el mayor impedimento para escapar es la sinceridad. La verdad, SU verdad, era más complicada de lo que quería asumir. Y cuanto más tiempo pasaba escondida esta verdad, más crecía y se retorcía, alimentándose de la oscuridad y el secretismo. Y ese era el problema, pues cuanto más la escondía más arraigada estaba en el escondite, y cuando llegara el momento de sacarla a la luz ya no parecería una verdad, sino un secreto que había comportado mucha mentira. Ese era su miedo, pues no quería herir a nadie, pero tampoco quería exponerse a ser herida. 


dimarts, 8 de maig del 2018

Suerte

Otro día más de sofá y manta. Sabía que se le acumulaba el trabajo, pero ¿qué más da?, no estaba de humor para hacerlo bien. Cuanto más tiempo tenía para hacer el montón de cosas que debía, menos las hacía. Y luego lo pagaba bien caro con la oleada de estrés que se le venía encima. 
Tampoco había perdido del todo el día. Se había enfrascado de nuevo en la lectura y avanzado algo en uno de los trabajos que pululaban por hacerse oír en su consciencia de chica responsable. También había visto por fin una de las películas que había pedido prestada hacía una eternidad, algo que parecía casi un logro si contaba con que las últimas 4 las tuvo que devolver sin siquiera abrir la caja.

Se notaba que le faltaba algo. Romper con la rutina que no es rutina. Sentir que las cosas impredecibles dependen de algo más que de uno mismo.
Le encantaban los días de sofá y manta, pero cuando terminaban se enfrascaba en un bucle agotador de "¿Y si...?". Tanto condicional la mataba por dentro, la culpabilidad le corroía la consciencia y batallaba con ella misma. ¿Y si hubiera salido a dar un paseo? ¿Y si no se hubiera echado esa cabezadita a media tarde, desperdiciándola casi por completo? ¿Y si dejara de robarse horas de sueño nocturnas para vivir más intensamente las del día? ¿Y si...?

¿Y si lo dejaba todo en manos de la SUERTE?

Si no se preocupaba por las consecuencias de sus actos al atribuirlos a la SUERTE, no caería en la vanidad de haber hecho algo bien ni se torturaría si algo iba mal. Sólo sería cuestión de SUERTE. La pura e imparcial SUERTE.

¿Pero de verdad existe la SUERTE?
O sólo es una excusa para no decepcionarnos si después de esforzarnos las cosas no salen como queríamos. Usamos la mala SUERTE como escudo ante la decepción y la frustración. ¿Que un examen ha salido mal después de trasnochar para poder terminar temario? Mala SUERTE. ¿Que tus amigas no contestan al móvil cuando las necesitas después de semanas sin hablar? Mala SUERTE. ¿Que te duermes por pasarte la madrugada perdiendo el tiempo y llegas tarde a una reunión importante? Mala SUERTE.
Nos cuesta enfrentarnos a las consecuencias, y la SUERTE, tan intangible como inocente, es la cabeza de turco perfecta para nuestras desgracias.